Literatura & Psicología

11.1.12

Los días inventariados de Celeste Alba Iris

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, miércoles 11 de enero de 2012.

Conocí a Celeste Alba Iris en abril de 2009, durante el primer encuentro de escritores Los Santos Días de la Poesía, el cual, desde entonces, ha dado valiosos frutos. Pronto me daría cuenta de que en ella siempre hay algo nuevo que descubrir y que su poesía –y su calidez humana– es como esas flores raras que brotan en los desiertos.

El jueves pasado, cinco de enero, bajo una atmósfera de luces tenues en las que se presentía la lluvia, Celeste abrió la primera velada del año en la Claraboya Literaria, coordinada por Juan José Villela en el café Victoria de Tampico.

Nuevamente, como ha sido desde hace diez años, un público leal se aprestaba a escuchar sus letras. Esta ocasión sería especial porque, por vez primera, la poeta iba a exponer su poesía de viva voz en un recuento que abarcaría su trayectoria artística. Abierto por inventario –antología próxima a publicarse por Voces de Barlovento Editores– es el título bajo el cual la escritora ha agrupado más de 20 años de trabajo poético.

En el escenario había una pequeña mesa y una silla; encima de la mesa, una fotografía en la que se apreciaba una Celeste de pelo largo y mirada luminosa cercana a dar a luz. A un par de metros, otra silla en la que un joven guitarrista rasgaba las cuerdas en medio de una melodía intensa.

Tras la breve obertura musical, la poeta apareció en el escenario ataviada con un vestido sencillo y elegante, tan tranquila y cómoda como en su hogar. Comenzó leyendo poemas de juventud, lúdicos y frescos; poco a poco, a lo largo de una hora, fue derramando sobre nosotros un manantial de emociones abrevadas en la maternidad, el amor, la vida cotidiana, las mudanzas, la existencia misma. En algún momento, para sincronizarse con este aire de comodidad hogareña, llegó una taza de té humeante a su mesa.

Celeste es dada a inventariar sus experiencias. Así, por ejemplo, nos mostró el retrato lírico de una joven que llega a los veintidós “satisfecha y con gastritis / ¿Qué puedo decir? / ¡Bienvenidos a casa veintidós!”

Desafiando la idea de que el poeta sólo puede escribir acerca del sufrimiento, Celeste habla desde la esperanza: “Por lo pronto / hoy gasté un día y voy por otro / Hoy estreno edad / estoy contenta / Sí”. Lo que me recuerda aquel verso de la poeta polaca Wislawa Szymborska: “que no se enoje la felicidad por considerarla mía”.

Uno de sus textos más juguetones, leídos esa noche, dice: “Me gustan los hombres / como las galletas / a sorbitos de té / con dulce sabor / al deshacerse en la boca / y apetecibles a media tarde”.

También tocó las fibras del dolor humano, la cercanía de la muerte y el desconcierto ante la enfermedad en poemas como “Metástasis”, dedicado a su padre, o varias de las estancias de “Lunario”, donde relata experiencias de mujeres en torno a la maternidad. Narró, también, en líneas matizadas de asombro y dicha, su propio “Estado de gracia” y su encuentro poético con “Las momias de Tamaulipas”.

A lo largo de la velada los poemas fueron entreverados por los acordes, ora alegres ora melancólicos, de la guitarra de Antonio Constantino, músico y poeta de Torreón Coahuila.

Incansable y multifacética, Celeste pronto empezará un nuevo proyecto literario en Cuba, “La isla de tus ojos”, apoyado por el Programa de Residencias Artísticas del Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noreste. Enhorabuena. Acercarnos a su obra es un privilegio.

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