Literatura & Psicología

5.11.11

Sueño 7

Estoy en una casa antigua, llena de pasadizos y puertas. Me recuerda la estructura de una capilla. Huele a polvo, humedad y sangre seca.
Llevo un bebé en brazos.
Hay una mujer gorda y una mujer anciana.
La una robusta, roja como granada, facciones recias; la otra frágil, quebradiza, algo sombrío en el rostro. Una luz diabólica, pienso.
Las dos anhelan ser madres. Quieren arrebatarme a mi nene (a ratos toma forma de niña y a ratos soy yo misma).

En la última habitación hay una serie de nichos. Efigies católicas, Cristos de ropaje púrpura, Madonnas vestidas de encaje; esqueletos de barro.
De pronto los ojos de estas imágenes parecen vivos. Las estatuas descienden de sus lugares y comienzan a golpearse, destrozándose la cara.

Veo la puerta abierta. En una recámara contigua las dos mujeres se han hallado de frente; se abrazan. La más robusta acuesta a la otra en la cama. La arrulla como a un recién nacido. La mujer anciana se ve en paz y se dispone a dormir.
Sonrío. Ahora Ella será su hija.


Soñado el miércoles 2 de noviembre.

4 comentarios:

  1. Marisol, muy siniestros todos esos sueños. Más bien pesadillas.
    Igual termines haciendo una recopilación de sueños.
    ¿Y por qué solemos recordar los malos sueños y no los buenos? ¡Qué fastidio...!
    Un saludo.
    José

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  2. siniestros...

    ja

    aunque no lo creas, nunca, de veras nunca, he tenido un sueño bonito
    Las cosas hermosas las reservo para el mundo de los despiertos

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  3. ¡Vaya, qué frase más bonita ésta última!
    En cuanto a los sueños bonitos, como lo pasamos tan bien en ellos, no sentimos la imperiosa necesidad de escapar y por tanto no despertamos, que supongo es lo que fija el sueño en la memoria.
    Pero sí, mujer, apuesto a que, aunque no los recuerdes, has tenido muchos sueños bonitos.
    ¡Buena semana!

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