Literatura & Psicología

7.2.11

El ladrón honrado

Publicado en La razón. Tampico, Tamaulipas. Martes 1 de febrero de 2011.

Hace una semana bromeaba con una amiga, diciéndole que mi situación económica era tan mala que si un ladrón tenía el desatino de llevarse mi cartera seguramente me la devolvería con unos pesos para ayudarme. Y como la realidad siempre está dispuesta a darnos una bofetada, días después, cerca de la plaza de armas de Tampico, mientras caminaba con mi hijo en brazos, un hombre me arrebató el monedero.

Antes de arrancarse a correr dijo con una voz mustia, “perdón”. ¿Un delincuente con conflictos morales? Imposible no recordar aquellos personajes de Dostoievski que se debatían entre el bien y el mal. El sentimiento inicial de impotencia y rabia dio paso a una sensación de ridículo. Así de fácil es, en un día cualquiera, ser atracado a media ciudad.

Una hora más tarde imaginé al sujeto intentando usar mi tarjeta de débito, y descubrir que no le alcanzaba ni para comprarse un chicle –mi saldo asciende a algo así como 80 centavos. Pero eso no era lo importante. Había fracturado mi intimidad, mi espacio, mi derecho a caminar libremente por la calle.

En mayor o menor escala, los mexicanos nos vemos afectados, especialmente en los estados del norte donde la paranoia ha dejado de ser el diagnóstico favorito de los psiquiatras para convertirse en una condición social.

Vuelvo al punto sobre la educación. Cualquier estudiante de psicología o de administración conoce la pirámide de necesidades de Maslow, y la conclusión lógica que de ésta obtenemos: Nadie puede cubrir sus necesidades superiores como la autorrealización (ni establecer vínculos sociales productivos), si antes no tiene cubiertas las más básicas como alimentación, vivienda y seguridad.

La corrupción no se va a erradicar a balazos. El clima social y emocional que nos rodea está produciendo más delincuencia. Recordemos que el ser humano, por naturaleza, tiende a imitar lo que ve y si no conoce alternativas, está perdido.

Minerva Salado, escritora de origen cubano radicada en México, enfatiza en su artículo “El corredor del odio” (publicado en el blog http://esquinaconbanca.blogspot.com), la importancia de atender los sectores de la población que pueden ser un caldo de cultivo para la delincuencia: “Los que están ya en las filas del narco, sólo son acreedores al castigo, pero quienes forman parte de la cantera de la cual se nutre el crimen organizado son en su mayoría jóvenes desempleados, (nini: ni estudian, ni trabajan, dicen aquí), un grupo que en otros países se reconoce como ʽde peligrosidadʼ; o sea que aún no accede a delitos mayores pero es proclive a cometerlos si no se le atiende”.

No le vi el rostro, pero puedo asegurar que aquel personaje dostoievskiano del que hablé hace un momento, era joven. Probablemente llegará a sentirse “más allá del bien y del mal”, como muchos otros que inician su carrera delictiva, aumentando su “currículum” con hechos cada vez más violentos.

A pesar de todo, aún me queda una buena dosis de optimismo. Creo que es posible hacer cambios positivos en nuestro país, a través de la educación y la generación de fuentes de empleo. Sueño con volver a transitar tranquilamente las calles de mi querido Tampico.
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1 comentario:

  1. Muy buen artículo, tiene toda la razón:
    La corrupción no se va a erradicar a balazos. El clima social y emocional que nos rodea está produciendo más delincuencia por falta de empleos,educcaciòn y valores morales en casa.

    Saludos....

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