Literatura & Psicología

9.1.11

La naturaleza del mal

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Martes, 4 de enero de 2010.

Tenía unos dieciséis años cuando la desquiciada pareja protagonizada por Juliette Lewis y Woody Harrelson en “Asesinos por naturaleza”, me perturbó los sentidos. Estos Bonnie y Clyde modernos me hicieron recordar los cuentos de Edgar Allan Poe, donde el alma humana era subrepticiamente raptada por el demonio de la perversidad.

Lo perverso, según el escritor bostoniano, está ya en nosotros. Dicho en sus palabras: "Y porque nuestra razón nos aparta violentamente del abismo, por eso nos acercamos a él con más ímpetu."

Durante siglos la discusión sobre el origen del mal ha estado viva. Pero, a todo esto, ¿qué es el mal?, ¿una idea, un espíritu, un gen? Dice el filósofo alemán Rüdiger Safranski: “El mal no es ningún concepto; es más bien un nombre para lo amenazador, algo que sale al paso de la conciencia libre y que ella puede realizar.”

¿Se pueden “construir” mentes sanas o enfermas a través del mero aprendizaje, o nos enfrentamos a tendencias innatas de nuestra especie? Antes de sentarme a escribir esta columna busqué a través del google algunos conceptos como “instinto”, “violencia” y “conducta”. Me sorprendió encontrar una gran cantidad de blogs y páginas de todo tipo donde se apunta que “el ser humano no tiene instintos” o que “no existen pruebas concretas de que los genes influyan en nuestra conducta”.

Recordemos lo que, en la actualidad, el mundo sabe acerca del genoma humano: compartimos el 98 por ciento de nuestros genes con los chimpancés y el 94 por ciento con los mandriles. No hay, entonces, por qué no considerar válidas las comparaciones de estudios realizados con monos –u otros animales, cuyo genoma tampoco está lejos del nuestro–, en los que numerosos datos refieren la influencia de los genes en la conducta. Muchos estudios, en realidad, se han hecho también con personas.

Reacciones conductuales provocadas por hormonas como el cortisol (prácticamente, sinónimo de Estrés) o los neurotransmisores como la serotonina (relacionada con la personalidad), son animadas o inhibidas por la acción de ciertos genes.

Estas investigaciones nos han llevado a una nueva percepción del homo sapiens: al parecer no sólo tenemos instintos, sino que éstos son más diversos y complejos que en otras especies. Por ejemplo, se habla de un instinto relacionado con la estructura gramatical del lenguaje.

¿Significa esto que, desde la concepción, de acuerdo al libro de la vida escrito en nuestros genes, ya está hecha la receta del asesino, el suicida y el ciudadano modelo? Todo lo contrario. Nuestros hábitos de vida influyen directamente en la activación de nuestras tendencias subyacentes. Ahora más que nunca, debemos ponerle atención al ambiente como un campo de cultivo donde, según la estimulación que se dé, se manifestarán los potenciales innatos de nuestros niños. Ahora más que nunca, con este conocimiento en sus manos, los gobiernos están obligados a crear ambientes igualitarios entre los diversos estratos de su población para favorecer el desarrollo de mentalidades sanas.

Expresa el Doctor Matt Ridley, periodista especializado en ciencia: “Lejos de estar nosotros a merced de nuestros genes todopoderosos, son a menudo nuestros genes los que se encuentran a nuestra merced.”

Dos mil diez cerró su saldo de crímenes en nuestro país. Desafortunadamente no podemos cambiar de golpe esta ensalada mórbida de corrupción en la sociedad, pero creo que un buen principio es cuidar nuestro entorno personal. Recordemos que la sociedad se compone de individuos. Y algunos de nosotros podríamos ser células saludables o verdaderos virus que diseminan la violencia. ¿Tú, qué estás haciendo ahora?



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