Literatura & Psicología

28.12.10

Lecturas y contradicciones

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas.Martes 28 de diciembre de 2010.

Soy una fetichista consumada. Mis fetiches son los libros. Estos objetos que llevan el tiempo agarrado al lomo y que, con su silenciosa lengua dialogan conmigo en todos los idiomas, desde todos los pueblos del mundo.

Dos mil diez fue un año en que me hice de varios nuevos compañeros-fetiche. Casi imperceptiblemente, por los rincones del día, entre la hora de preparar la comida y llevar a mi hijo a la escuela, se abre un espacio para estar con ellos. Entrar en ellos. Un libro es también un amante o un cazador. Me estremece una emoción profunda cuando ejércitos de páginas me acechan con sus millones de ojos. ¿Quién dará en el blanco esta vez?

Ya sé que se apretujan en los muebles, que se llenan de polvo, que las termitas encuentran en sus hojas un paraíso. Nada como la pulcritud de una pantalla electrónica, me dirá más de uno. Pero disfruto el olor de la tinta, la textura del papel, la sensación de estar rodeada por organismos hechos de letras.

Soy un ser de contradicciones. No faltará el lector que, en una visita a mi biblioteca personal, me reclame, alarmado: “¿Cómo puedes tener en el mismo estante Cien años de soledad y La virgen de los sicarios?” o “¿Cómo es que uno halla aquí un manual de terapia de juego, un tratado sobre los gatos y un recetario de comida japonesa?” Tengo, entonces, que detenerme a contar la historia de cada libro: alguno es un viejo camarada de la adolescencia, con el que ya nunca platico, pero cuya presencia sigue siendo grata; el otro es un amigo reciente al que no puedo dejar de frecuentar y otro más llegó de una región oscura e indeterminada, que pudo ser la bolsa de mandado de un visitante despistado.
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Como sea, algo me liga a cada uno de los libros que se quedan a mi lado. Aunque, a ratos me detengo a pensar en cierto artículo de Monterroso, donde habla del afán de los bibliófilos por ver crecer nuestra biblioteca como si el mero hecho de tener muchos libros nos hiciera más cultos.

No soy de las personas fieles a una sola lectura. Hay dos o tres que capturan mi interés simultáneamente. Este año he vuelto a Cervantes: mientras hago un viaje meditabundo través de las líneas del Quijote –contrario a la primera vez que lo leí, de manera atropellada e impaciente–, he ido saltando de uno a otro autor. Por ejemplo, he disfrutado el ácido humor de Fernando Vallejo en El don de la vida, novela editada por Alfaguara (desde el título se anuncia la ironía como núcleo de una charla, entre el protagonista, que es el mismo autor, y su compadre, que lo aviva, lo calma y lo confronta; un libro sobre la muerte y el balance de la existencia). También, la voz desenfadada y crítica de Roberto Bolaño –a quién le había seguido la pista en fragmentos y reseñas de su obra que flotan en el ciberespacio–, feliz hallazgo en la librería El Sótano del D.F. ¡Qué difícil!, elegir entre El gaucho insufrible y El tercer Reich, (me pregunto cuánto tendría que ganar al mes para agotar la lista de libros que me llaman), ambas publicaciones de la editorial Anagrama.

A unos cuantos días de que termine el año, todos nosotros, quedito o en medio del escándalo, hacemos nuestro recuento de las cosas que creemos importantes. Yo no puedo dejar de pensar en mis libros, los que me han acompañado desde mi niñez, los que aparecen en mi vida como un relámpago y los que llegan un día, a mis manos, como vagabundos ansiosos de recostarse junto al fuego.

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1 comentario:

  1. Un saludo, Marisol. Es la primera vez que paso por su blog, que he descubierto por esas casualidades de internet. Me ha parecido muy interesante y quería dejar constancia de esto con mi comentario. Procuraré seguirlo, con más tiempo.
    Ya se despide el año, pero me trajo este regalo. Le deseo unas felices fiestas y espero que siga escribiendo mucho en el 2011.
    Atentamente, José

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