Literatura & Psicología

5.1.10

Sol de Movimiento

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Martes 5 de enero de 2010

En el prefacio de su libro Los cinco soles de México (Seix Barral, Colección Biblioteca Breve, 2001) Carlos Fuentes reflexiona sobre las profecías de la antigua cosmovisión mexicana y su relación simbólica con la era moderna. Vivimos bajo la luz del Quinto Sol, cuyo elemento es el movimiento –y así como alguna vez el agua, la tierra, el fuego y el viento destruyeron al mundo, ahora el movimiento nos acabará. “¿Y cómo nos llamará a nosotros el porvenir?”, se pregunta el escritor y agrega después: “los pueblos del origen saben que creación y catástrofe van siempre juntas”.

¿Podemos negar, acaso, que precisamente la inquietud, la movilidad, la agitación caracterizan esta época?

Literalmente, nuestro planeta se está convirtiendo en otro: su paisaje y su clima no son los que conocieron nuestros abuelos. Incluso, se habla de una aceleración en su rotación y un cambio en su eje tras la devastadora presencia del tsunami en el Océano Índico, en 2004.

¿Hacia dónde ha hecho girar el Quinto Sol el destino de la nación mexicana?

Lo que ocurre en cada extremo del país, y más allá de sus fronteras, nos incumbe. Un nuevo año comienza y nos pasa la factura del año anterior: crisis económica, pandemia y holocausto. Queda clara la gran necesidad de Educación en todos los sectores de la sociedad mexicana, porque un pueblo bien informado, consciente de su realidad político-histórica, no permitiría, por ejemplo, la negligencia y la corrupción que dan lugar a episodios terribles como el de la estancia infantil “ABC”, ni la incongruencia entre los escandalosos sueldos de ciertos funcionarios públicos y los miles de hombres y mujeres que recibieron el 2010 con hambre.

Los medios masivos de comunicación hacen posible cruzar los mares en un segundo, pero ¿de qué modo nos estamos sirviendo de estas herramientas tecnológicas? En los setenta, Stephen Hawking hacía énfasis en la gran necesidad de educar a las masas en el conocimiento científico, y dirigía sus expectativas, como muchos teóricos durante aquellos años, en el poder educativo de la televisión. Promesa que poco a poco fue desplazada por las crecientes dimensiones de la violencia y el enajenamiento. El vertiginoso avance tecnológico no corre paralelo a nuestro desarrollo emocional y espiritual: guerras y hambrunas lo confirman. Pero, sin duda, aún hay sitio entre nosotros, en cierto sentido similar a como sucedió hace varias décadas, para depositar esperanzas en el poder renovador de la tecnología. Anhelo dirigido a los que ahora son niños y a los que están por nacer.

Detengámonos un rato a escuchar lo que dicen nuestro barrio, el cielo, las calles. ¿No somos, nosotros mismos, reflejos del tiempo y la ciudad donde vivimos? Las casonas a punto de caerse en el corazón de Tampico, su solitaria pirámide rodeada de asfalto, el olor a café y mantequilla en la zona de mercados, nos hablan de aquello que se derrumba en nuestro interior. Lo que renace y se evapora en el aire. Si es verdad que creación y catástrofe van juntas, de nuestro mancillado país brotará la continuidad de la vida. ¿Es posible soñar y, lo que es más importante, construir una sociedad mejor que ésta? ¿Veremos, mañana, el horizonte por donde ha de salir cabalgando el Señor Sol desde su casa resplandeciente?

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