Literatura & Psicología

23.9.09

en el cuarto de las mariposas


La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo. Film de Barbet Schroeder
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Definitivamente, es mayor la violencia (y el humor más ácido) en el libro que en la película. ¿O será la intemperancia de mi espíritu la que hace de las letras una venenosa tempestad? Uno puede pararse a releer las frases, a degustar los infiernos de cada página con toda la calma del mundo, sin tener que ir a un ritmo específico (sólo el que dictan los propios demonios). La lectura me provocó punzantes carcajadas y una jaqueca, una pesadez que me oprimió el estómago durante varios días. Un malestar. Un enojo. Desde el principio, en cambio, la película me golpeó con el nocáut de la tristeza. Tristeza y más tristeza. Pero la única muerte que me arrancó una lágrima fue la del perro atorado en el arroyo de aguas negras. El disparo seco, la frase lapidaria Dios no existe y si existe es la gran gonorrea. Luego, aquella línea de Vallejo en mi memoria: “hace dos mil años que pasó por esta tierra el Anticristo y era él mismo: Dios es el Diablo”.
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Sigo viendo el rostro delicado y suave de Alexis como el de un ángel en medio de la oscuridad (pero, qué sé yo de estas cosas). En la negritud del fango, entre alaridos y gusanos, hay lugar para la ternura. La tranquilidad que da el vacío.

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